jueves, 2 de mayo de 2013

Remontada interrumpida

Real Madrid. La historia se repite desde hace tantos años. Se avisa remontada europea y no hay remontada europea. Palabras de una historia memorable: señorío, pegada y remontada. Palabras que no están en ningún artículo de los estatutos. Se han adherido a eso que ahora se llama adn a golpe de gol y trofeo. Pero las utilizan los enemigos como arietes para desestabilizar al club. El señorío, la nobleza con el adversario, en la victoria o en la derrota, es una excusa para que el equipo ponga siempre la otra mejilla, y otras partes menos nobles del cuerpo, mientras a futbolistas de humildad impostada, dirigentes patibularios y periodistas con ganas de mangoneo se les permite cualquier desmán con tal de roer una grandeza que no se resiente por un partido perdido o una mala trayectoria. La pegada, consumación y gloria del fútbol directo, se maneja, por los que saben, como síntoma de las carencias intelectual-futbolísticas del Real Madrid. Primitivismo mesetario poco europeo.

Y la remontada. Un desastroso encuentro de ida de una eliminatoria, donde se puso poco fútbol y se encajaron muchos goles. Arrebato: no valen ni el presidente,  ni el entrenador ni los jugadores. Pero, ay, el equipo algunas veces remontó. Un club dominante de más de cien años de existencia ha tenido de todo: victorias increíbles y fracasos estrepitosos, partidos y competiciones que se veían difíciles de ganar y se ganaron, y partidos y competiciones que parecían imposibles de perder y se perdieron. Por eso hay que mantener las hachas en vilo, hacer menciones a la casta y rescatar la memoria de algún jugador homologable con la gesta. Son muchos dentro del entorno los que esperan el partido de vuelta con el resultado marcado. Si toca victoria: disimulo y regomeyo. La derrota saca lo que se guarda en el interior.  Mientras el madridismo maldice el resultado con los lógicos desahogos, los lamentables buscan el desguace del club con la esperanza de que el río revuelto traiga satisfacciones a los señalados como salvadores. Algunos de éstos son amigos, otros son lo opuesto en temperamento y proyecto a lo establecido ¡Y qué ya me estaba cabreando tanto ninguneo!

José Mourinho es hoy el objetivo. Dicen: ha arrasado con el señorío (bendito sea Dios),  no ha llevado el juego del Madrid a altas cumbres estéticas (dorar la pelota) y no ha remontado en ninguna eliminatoria europea importante (hace más de un cuarto de siglo de la última). No vale su haber. La dirección profesional de una plantilla complicada, donde el uso torticero del poder mediático y sentimental que algunos jugadores se han ganado en el campo, no se puede compensar con una sencilla gestión de altas y bajas. La nivelación con el mejor Barça de la historia; un equipo excelente y retórico, que parecía imbatible, formado por un puñado de jugadores que pueden ganar un balón de oro o un óscar. Y lo que menos se le perdona: colocar a los periodistas en su preciso espacio. La sala de prensa, el lugar en el que todo el mundo queda retratado: el entrenador y los periodistas (¿Cómo te sientes tras la derrota?). Lejos del comadreo al amor de las brasas del asador de moda. La dignidad personal por encima del triunfo deportivo. Por eso los defectos temperamentales y errores deportivos de Mourinho quedan al descubierto sin escudo alguno. Y se le compara con antiguos entrenadores del Madrid a los que previamente se le ha depurado el dossier: ¿quién recuerda lo que algunos contaban y escribían sobre Vicente del Bosque en las postrimerías de su estancia en el banquillo blanco? Hoy es el perfecto gestor de egos de la selección española de fútbol, pero ayer el incompetente entrenador abrumado por los galácticos.

La remontada de los mediocres no se conforma con expulsar a Mourinho. Hay que acabar también con Florentino Pérez y su sueño de un Madrid que crezca al amparo de su historia. La grandeza, mejor en el pasado; así no se ven las desventajas de su consolidación: los inevitables fallos en todo proyecto humano,  la envidia de los demás clubs,  que al poderío se le llame prepotencia, que haya que pedir perdón por cada gol, punto y victoria. Florentino y Mourinho obstáculos contra un Real Madrid vulgar, el del quiero y no puedo, los chorreos y los nanines. Aunque, por fin, llegaría Divac.

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