El pasado fin de semana en dos campos de fútbol se pitó a
España con fruición. Maracaná y Nou Camp. Dos estilos de juego, dos estilos de
pito. Allende: sofocante, intimidatorio y sandunguero; aquende: bochornoso, crispado
y funcionarial.
Los brasileños no luchaban sólo por un título; luchaban ante
todo por el predominio futbolístico perdido. Todo el país apretaba. Incluso los
previos desórdenes sociales eran una promesa de lo que sucedería si España
retenía su jerarquía: un maracanazo con
queroseno por lágrimas. Y ganó el que más tenía que perder. A la selección
española se le dan mal estos torneos cortos donde todos los debates
periodísticos (el falso nueve, el tiquitaca, el doble pivote…) se amontonan y
no le da tiempo a Del Bosque a solucionarlos como le gusta: enfilándolos uno a
uno con su leve cojera y su cara de bonachón impasible. Cuando llega o se ha
ganado o se ha perdido, pero el periodismo ya está en otra cosa. Además, ahora
había dos problemas nuevos: la suplencia de Casillas, rescoldo de Mourinho, y
una supuesta fiesta nocturna que no se compaginaba con el cargante discurso de
los valores en boga. Un escenario de otra época.
En Cataluña se utilizó el Nou Camp para una concentración
vertical con coros y danzas que casa mal con el juego pastueño y horizontal que
ha criado tan verde césped. Para colmo, Ramoncín, que apareció de renegado
solidario con los pueblos oprimidos, acabó abucheado por su progrez de vieja folclórica
rancia. Creyó que metiendo un Visca
Cataluña y un Viva Palestina le
iban a perdonar el Viva España
Republicana. Este es de los que no se han enterado que el nacionalismo
catalán ha llegado a un punto donde no se negocian fórmulas de cortesía. Sí, bwana,
o ancha es Castilla. Lo saben los artistas catalanes que quieran hacer galas
veraniegas desde Alcanar a Rosas.
Cuando la debacle de la selección en Brasil era
irreversible, escribió Jorge Bustos un tuit donde pedía a Casillas que las
efusividades en directo con su novia no sólo las mostrase en el éxito. Pero el
portero ha dado sobradas muestras de ser muy calculador en la derrota. No sería
difícil verlo en el túnel de vestuarios pasando de Sara, mientras consuela a un Xavi
maldiciente y cabizbajo porque no estuvo en el aquelarre del Camp Nou.
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