jueves, 18 de julio de 2013

Otra portada polémica


La portada de la revista Rolling Stone con el careto lánguido de Dzhokhar Tsarnaev, uno de los presuntos autores del atentado de Boston del pasado mes de abril, incide en el debate sobre la banalidad del mal. Aparece como una glosa a la película de Von Trotta sobre Hannah Arendt, tan blogueada y tuiteada estos días.

A mí, que no he visto la película y que me mareo cuando la polémica alcanza espumas teológicas, me basta esta frase de disculpa de la revista:

[Tsarnaev que] "es un joven, y del mismo grupo de edad que muchos de nuestros lectores, hace que sea aún más importante para nosotros examinar la complejidad de este problema y obtener una comprensión más completa de cómo ocurre una tragedia como ésta”. 
 
Cháchara pretenciosa. Entre verdugos y víctimas los establecidos acaban, queriéndolo o no, menospreciando a los segundos. Son pasivos y siempre están llorando. En los terroristas, dicen, hay una llama, neta y criminal, pero en cuyos rescoldos se conserva el mal de vida, de sociedad, bla, bla, bla. La víctima nunca sabe si hay goma dos en el coche de al lado o una pistola tras la encina; no es dueño de su destino y en sus fotos sólo hay vísceras y dolor.  Con la misma minuciosidad con que organizan el atentado, los verdugos preparan la pose para la posteridad: pelo revuelto, rictus vacío, mirada puesta en ninguna parte. La hemos visto en miles de portadas y carátulas.

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