La situación política se tensa y no
sabemos cuánto aguantará el chicle. Las encuestas pre-preelectorales están llevando
al desconcierto a los partidos que durante más de treinta años han hecho,
desecho y contrahecho en nuestro sufrido país. El más aturdido en esta hora es
el antaño dominante Partido Socialista Obrero Español y hoy en
proceso de descomposición. Lo de los socialistas catalanes es de fosa séptica.
Hasta hace unos discursos existían en
España dos escuelas de pensamiento sobre el futuro del PSOE en Cataluña. La
primera constataba que el partido, arrastrado por su desorientada marca local,
el PSC, desaparecería. Esquerra y Ciudadanos se lo comerían cada uno por un
extremo del espagueti ideológico hasta darse el beso de la Dama y el Vagabundo
en la película de Disney. Pero en este caso al final no habría arrobo; ambos acabarían
escupiendo los restos de la cena por el colmillo. Los de Esquerra se harán con el poder y
la separación de Cataluña del resto de España no tendrá freno. Máxime cuando
Convergencia se ha echado definitivamente al monte y ha quedado claro ya para
toda la ciudadanía que Unió sólo es
Gispert y un señor de Huesca. Un dique feble de tanto unto.
Enfrente de la anterior tendencia se
sitúan los que piensan que los independentistas en realidad no quieren la
independencia, o al menos no a cualquier precio, y necesitan la coartada
española para aferrarse a ella y no dar el paso que lleva al abismo. Además, aunque
coquetee con el PP, CiU siempre preferirá el pacto con el PSOE por una cuestión
de cartelería antifranquista. También ERC en el fondo necesita este pretexto para
no encontrarse con un escenario de exagerado radicalismo, que no se sabe que
consecuencias tendría. Unos socialistas macerados en su propio vértigo son el
ingrediente ideal para que los de Espanya
ens roba sigan viviendo de la mamandurria.
Pero el Partido Popular, que vuelve
a desconcertar a sus afiliados y votantes al romper el acuerdo alcanzado con
UPyD y UPN para evitar que los terroristas excarcelados puedan cobrar subsidios
del estado, ha hecho saltar por los
aires esta dicotomía. Los socialistas, que se habían mantenido en una
abstención expectante, se adhirieron enseguida al no patrocinado por los
populares a la propuesta del partido magenta. Queda clausurada la soledad del
PP.
Las sorprendentes expectativas electorales
de Rosa Díez y Albert Rivera están poniendo de los nervios a eso que se conoce
como “La Casta”. Los llamamientos de UPyD y Ciudadanos a un cambio profundo del
sistema para consolidar la unidad nacional y frenar la corrupción, prometen
pactos y contubernios entre los damnificados hasta hoy inconcebibles. Los
partidos hegemónicos, nacionales y autonómicos, tienen la esperanza de seguir
manteniendo las jerarquías y que los españoles acaben votando lo que se les
diga. Estamos a un cuarto de hora de que los medios de comunicación que han
estado dando caña a un lado u a otro del espectro político, empiecen a pedir
responsabilidad. Palabra que nos vamos a jartar
de oír. Y si no, están Los
del Río y su “ellos saben más de estas cosas que nosotros”, que difumina la
perplejidad en el convencido. En España el fanatismo del votante está parejo al
del hincha futbolístico. Algunos dan piruetas antigravitatorias con tal de no reconocer
que se está menospreciando a las víctimas del terrorismo o que Cristiano es el
mejor jugador de fútbol del mundo. El politiqués es un idioma capacitado para
encubrir, maquillar o canjear la verdad. Muchos estarán encantados. En España
está muy extendido el Síndrome
de Johnny Guitar.
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