lunes, 16 de diciembre de 2013

Hombres que recuerdan y mujeres que olvidan (Críticas sin credenciales, II)

José Luis Garci
Noir


Editorial: Notorius Ediciones

Colección: Cine
Edición: Madrid, 2013
ISBN: 978-84-15606-14-7
Páginas: 480
Idioma: Español
Formato: Rústica
 
Francisco Umbral lo dejó dicho: “Garci no es que escriba bien, sino que es escritor, y de los mejores”. La cita ha sido utilizada varias veces para promocionar los libros de José Luis Garci y siempre que la leo recuerdo aquello que decía Cela de que en España no se puede ser escritor y tocar bien el violín. Entre la envidia y el desempleo el país sólo da para una profesión.

Pero Garci, además de un cineasta reconocido y “con universo propio” (gracias críticos acreditados), es un fantástico ensayista. Cuando escribe sobre películas, su prosa tiene una gran facilidad para la evocación e incita en cada frase a volver a las salas oscuras o a las pantallas catódicas de nuestra infancia y juventud. Todo lo vuelve celuloide. Quien ha leído Beber de cine (1996) sabe de lo que hablo. Tras cerrar el libro, necesité mucha fuerza de voluntad para no acabar dipsómano perdido, compartiendo barra imaginaria con Clark Gable y John Ford.
 
Noir es la recopilación de varios textos que Garci, entre toma y toma, le ha dedicado al cine negro. Su mirada no es la del erudito ensimismado, sino la del cinéfilo sorprendido de que en cada escena, en cada fotograma, el cine, el arte, ponga ante nuestros ojos un abanico de posibilidades pero ninguna certeza.
 
«[…] las películas de Ford, Hitchcock, Lang, McCarey, Berlanga o Lubitsch, son Arte, y que, como el verdadero Arte, ni nos dan respuestas ni soluciones, pero, y de eso se trata, nos abren infinidad de caminos» [p. 14].
 
Bueno sí, el cine nos regala una verdad: la de la belleza. Que en este género cinematográfico, con propósitos de denuncia social, urbano y nocturno, se encarna en la mujer. Una mujer que ya no es la partenaire modosita sino la desenvuelta compañera. Ya no sólo da replicas, es el motor de la acción. Los hombres, que no pueden olvidar el pasado, aparecen frágiles y tristes, aunque estén poseídos por el demonio de las armas y vivan al borde del peligro. O precisamente por eso. Los detectives solitarios (huelebraguetas), los hampones sin estrella y los periodistas comprometidos, encuentran el remanso de paz o el filo de la navaja “en las mujeres de mayor personalidad que nos ha brindado el cine” [p. 44] y que “hicieron más por la liberación de la mujer que las campañas de Sylvia Plath o de la Beauvoir” [p. 32]. El alcaloide del género se destila en esta frase que sirve como pórtico a Boul’ Noir, el primer trabajo del libro: “¿Por qué a un hombre no le entra en la cabeza que una mujer puede vivir sin él?”. Se la espeta Ida Lupino a Cornel Wilde en El parador del camino (1948) de Jean Negulesco.
 
Dignas sucesoras de la Lupino, y perdonen que barra para mi casa generacional,  son Sharon Stone en Instinto básico, Kim Basinger en L.A. Confidential y Linda Fiorentino en La última seducción. (¿Entran en este género los ojos ópalo líquido con que Sean Young desconcierta y seduce a Harrison Ford en Blade Runner?)
 
A los cinco ensayos breves, le siguen Goodbye, Baby (1985) y Gun Moll (A Hollywood Story) (1995), dos relatos negrísimos, llenos de sexo y referencias cinematográficas, y tan cortos y canónicos como un trago en el Jack Dempsey’s Bar. Tenían que convertirse naturalmente en carne de celuloide, pero el tiempo pasó y hoy el autor se los regala a quien quiera adaptarlos.
 
El grueso del volumen lo acapara el Abecedario noir. Una relación comentada de más de 250 películas, ordenada por directores, tan exhaustiva que hasta aparece Lee Wilder, hermano del genial Billy Wilder, cuya existencia yo desconocía y al que el autor augura un futuro reconocimiento.
 
Como no podía ser de otra manera, y conociendo el gusto de Garci por ellas, la obra se cierra con una serie de listas que agrupan por docenas a lo mejor del género: películas, directores, actrices, actores, guionistas y hasta fotógrafos.
 
Toda la escritura de Garci está ganada por esa nostalgia jubilosa de la que habla Manuel Alcántara y que le aleja de tanto nostálgico doliente y coñazo. Su prosa, exacta y fluida, se remansa cuando nos invita a recordar, repasar, revisitar, y todos los “re” necesarios para que nuestra vida no se convierta en prisionera del presente con el futuro vigilando. Es hermoso mirar hacia atrás, a esos pequeños momentos de gozo sin los cuales la vida nos hubiera desesperado.
 
Así, con mi bagaje de lector sin pretensiones y bloguero espasmódico, y por la autoridad que me da el Estado de Tinselland, sentencio (perdonen, estoy crecido) que José Luis Garci es hoy el mejor escritor español libra por libra. Y si no, que venga el Bogart decente y marchito del Cuarto poder y lo lea.
 

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