¿Y Pedro J.
Ramírez? Pedro J. era otra cosa. Era El Mundo. Se fueron los tres antedichos, y
algunos más, llegaron otros y el periódico siguió siendo el mismo. Porque hablamos
de un periódico de director, donde su influencia en la sociedad se mide por la ubicuidad de su cabeza rectora. Y el Sr.
Ramírez no ha parado; la investigación de los principales casos de corrupción
institucional y económica lo ha convertido en el periodista más popular del
país, con firmes defensores y acérrimos oponentes. Pero gracias a El Mundo, la
investigación del 11- M, con luces y sombras, no fue otro tren desguazado. Con
su pulcra imagen de tiburón de Wall Street supo atraerse a los lectores
inquietos y cañeros, que cuando terminaban la última frase de Umbral corrían a
colapsar las centralitas telefónicas de todas las tertulias radiofónicas de
España.
En lo referente a
la escritura, se ha reservado para sí la edición del domingo, parca en opinión,
donde confecciona sábanas llenas de historia y malicia, y muy bien escritas. La
calidad de su prosa nunca estuvo reñida con la cantidad, aunque algunas veces
tras terminar el artículo grites: “la gallina”.
Privilegios de una calculada ambigüedad cuando convenía.
Antes de ayer nos
enteramos que Pedro J. deja
mañana la dirección del diario y su adiós es imposible separarlo de los
últimos abandonos en el PP: Ortega Lara, Abascal, Vidal-Quadras (Mayor Oreja en
el limbo). Al igual que estos, Ramírez se ha ganado la animadversión de la
dirección sin tener la enemiga de sus lectores, que todavía, como las bases populares, no cierran la boca de incredulidad. La unión política del
centro-derecha puede ser un bien mayor, pero no si se construye sobre la
voladura de los principios que lo sustentan y el sí bwana. Cualquier persona
con dos dedos de realismo sabe que gobernar no es lo mismo que hacer oposición,
que un presidente también respira gracias a la rectificación y el cambalache. Sólo
se pide un poco de prudencia y nada de chulería. Mal vamos si las llamadas al
diálogo y a la transacción excluyen a los afiliados críticos. Oír los cantos de
sirena de toda tregua trampa, especialidad repostera del separatismo, y
ningunear a las víctimas del terrorismo, vaciará las filas del PP. A Vox en grito.
Con el tiempo descubrí
que había vida más allá de El Mundo, que otras cabeceras completaban la
realidad. Pero nunca negaré que comencé a sacudirme el polvo de la
adolescencia, es decir, del conformismo, leyendo el periódico de Pedro J.
Ramírez.
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