Los madridistas de parquet hemos pasado una travesía del
desierto y hemos llegado a un oasis regentado por Pablo Laso donde se vive con
una relativa placidez los partidos cotidianos, pero donde escupiremos
el corazón por la boca cuando volvamos a jugar otra vez contra el Barcelona. La
pretendida crisis del equipo catalán no es tal, pues si hacemos caso a lo dicho
por Gramsi sobre el particular, lo viejo, el Barça, aún no ha muerto pero al
Madrid, lo nuevo, se le ve crecidito. En estos clásicos ortoseculares no predominan las defensas sino el lodazal,
parecen partidos del Cinco Naciones con el barro hasta donde más duele.
Recobré
la vertical cuando Portela le entregaba la Copa a Felipe Reyes. El subidón que me
trasmitieron los jugadores por la tele me pedía que asolara twitter. Y
entonces, otro jarro de agua fría: TVE cortó la fiesta blanca para pasar a la Gala de los Goya. Claro, la
retrasmisión firmó su sentencia de muerte cuando Reyes no despotricó contra
Wert al recoger el trofeo, que era lo que pedía la noche progresista. Todavía
tengo taquicardias.
El comienzo del choque fue sintomático: gorro de Mirotic a
Tomic y a continuación Rudy pierde la pelota. Los dos equipos que habían hecho
gala de una gran fluidez ofensiva en las rondas previas llegaban al minuto 5
con un 8 a
6 a favor
del Madrid. Desacierto más alternancia: el Barça gana el primer cuarto por 17 a 16. Tomic y Lorbek
dominan la zona de un Madrid al que aguantan en el marcador Rudy y Mirotic.
Como señalan las tablas de la ley, Sergio Rodríguez comenzó a
dirigir a su equipo en el segundo cuarto. Dos alley oops, uno salido de las manos Reyes y otro de las del canario
con idéntico receptor, Slaughter, auguraban un cambio del barro por esa pista
de patinaje a la que nos tiene acostumbrados el Madrid de Laso. Pero no.
Abrines respondió a los silbidos de su antigua afición con dos triples y el
partido volvió al lodo. 42-38 para el Barça, fin de la primer parte y mi mano
ya no se separará del pecho.
Comienza el segundo tiempo con Rudy on fire (dos triples seguidos) y con el Madrid ajustando mejor su
defensa. De todas formas, Dorsey y Tomic siguen haciendo daño en las dos zonas.
El Madrid necesita un cinco que no sea la guinda del pastel sino el fulcro del
equipo. Reyes y Slaughter no lo son, aunque sean fajadores y nunca den una
pelota por perdida. Preocupa la actual baja forma de Bourousis y que el gigante
Mejri no cuente todavía para estos himalayas. Aún así Mirotic, que no quiere
irse de la que puede ser su última final de Copa (recemos todos al Altísimo,
por favor) sin poner su sello, coloca al Madrid siete arriba a 2:24 para el
final. ¿Ha acabado el partido? Oleson y Huertas dicen que no. Marcelinho pertenece
ha esa raza de jugadores del Barça, como Sorozábal, Xavi Fernández o el antiguo
Sada, cuya impronta en estos partidos es mayor que lo que le marca el
escalafón. Ese papel en el Madrid lo representó ayer Draper. Sus cinco puntos
cuando apretaban los rivales y el tridente defensivo que formó con Llul y
Rodríguez tuvieron mucho que ver en el despegue madridista.
Y llega el final de la final. Cuando el trío arbitral,
formado por Clos Gómez, Muñiz Fernández y Undiano Mallenco, le pitaron peligro
a Reyes yo ya tenía los electrodos puestos. Lo que vino después forma parte de
la historia del baloncesto español y de mi historial clínico. Llul emergió de
un partido fuera de foco para clavar una canasta victoriosa a falta de un
segundo que me dejó perplejo y exhausto. 76-77, la vigésimo cuarta Copa para el
Real Madrid. Justa reparación para un jugador que nunca le ha vuelto las manos
a los balones que queman. Le salió mal contra Turquía en la Eurocopa de 2009, en el
primer partido de la final de liga del 2012, la que acabó con el triple ganador
de Marcelinho, y en el clásico de
cuartos de la Copa
del año pasado, cuando falló y no evitó la prorroga. Pero hombres así son los
que buscan días como ayer. Homéricos. También fue justo el MPV para Mirotic (17
puntos, 11 rebotes), que durante todo el partido se aplico en defensa y ataque.
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